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las que se hallan situadas en la zona vulnerable al contagio. En las ciudades y poblaciones donde no se permite agrupaciones humanas. en proporción mayor que las toleradas por la higiene, donde la habitación y la vía pública son ventiladas y limpias, donde las aguas excluídas y las basuras son convenientemente alejadas y depuradas, donde la dotación de agua potable es abundante y sana, y donde se hace campaña contra la extirpación de los insectos, no hay inminente peligro de que se produzcan epidemias que alcancen extenso radio de acción, porque en las localidades que reunan estos requisitos, tan necesarios para la vida individual y colectiva, los gérmenes patógenos no encuentran medios adecuados de vida ni vehículos de propagación. Por esta razón poderosa, ha sido constante y primordial empeño del Gobierno encaminar las funciones de la salubridad comunal al cumplido ejercicio de tres factores fundamentales, el agua potable, los desagues y la baja policía; y habremos de continuar en el empeño de desligar á los municipios de las variadas y multiples funciones en las que hasta hoy gasta sus energías y recursos, para que se contraigan, preferentemente, á los servicios de Saneamiento que hemos indicado.

La Dirección de Salubridad Pública ha dirigido empeñosa campaña contra las viviendas insalubres, que no solamente ocasionan daño por cuanto ofrecen desventajosas condiciones para la vida orgánica del hombre y medio propicio para la propagación de roedores, de insectos y gérmenes infecciosos, sino también porque tienen una nociva y eficaz influencia en las costumbres y en la moral de hombre y de la familia. En la habitación más pobre y humilde, pero aseada, puede hacerse vida sencilla y feliz, constantemente embellecida y alimentada por los dones que Dios puso en los sentimientos. del hombre para que se bastara á su bienestar y dignificara su raza. El problema de la habitación es,pues, uno de los que más interesa á la salubridad pública, y por esto ha reclamado siempre nuestra prc ferente atención.

Algunos críticos parciales han pretendido ver en las labores de. la Salubridad un celo excesivo á favor de la colectividad con detrimento de los intereses del individuo, entidades que ellos suponen antagónicas. Nuestra doctrina es absolutamente opuesta á este criterio. Profesamos el convencimiento de que el individuo y la sociedad no se excluyen en su campo de acción, ni se estorban en su desenvolvimiento, sino que, antes bien, se armonizan, se sostienen y se complementan; el fin que se persigue en la vida colectiva no es otro que alcanzar la mayor suma de bienestar y perfeccionamiento para el individuo, que se aprovecha del medio y de los recursos que ella le proporciona, y aún, desde el punto de vista del derecho, la mejor garantía para el ejercicio del derecho individual, está en la sociedad, pues, de otro modo, para la defensa del derecho de cada uno no habría sino la fuerza. La Dirección de Salubridad Pública ha mantenido invariablemente el principio que la ley no garantiza ni ampara la propiedad sucia y peligrosa; por que la ley, que es el arma que el Estado pone en manos de la autoridad para organizar las disciplinas sociales en forma que el perfeccionamiento de la colectividad facilite la cura y la vida del individuo, no pueda aceptar que el mal

uso de la libertad por éste, puede ocasionar daño á los demás. Es ló gico aceptar que el propietario que por su culpa ó decidia convierte al inmueble en foco peligroso, comete delito que la autoridad sanita ria está en el deber de reprimir y castigar. Sin embargo, el Gobierno inspirándose en razones de equidad ha indemnizado á los damnificados por el saneamiento, y para abreviar trámites en la consecución de los procesos contencioso-administrativos, que se suscitaron en tal ocasión, nombró un tribunal especial, presidido por un probo magistrado de la Excma. Corte Suprema, que debía conocer de todos dichos procesos. La Higiene industrial tiene palpitante interés en la América y especialmente en el Perú, por sus estrechas vinculaciones con el problema obrero, y quizás sea la higiene la única ciencia que pueda dar acertada y definitiva solución á este importante asunto social. Cuando el industral adquiera el convencimiento que para obtener el mayor rendimiento y la mejor calidad de los productos de la industria, necesita obreros sanos vigorosos y felices, que no por ser ingenuos y sencillos dejan de sentir el calor y los entusiasmos de la vida, cuando se hallen considerados y vean sus esfuerzos compensados en justicia, entonces hará suya la causa del obrero y el conflicto entre el capital y el trabajo dejará de producirse. Yo he vivido en el seno de las agrupaciones obreras de Europa y América, y de regreso á mi patria con los conocimientos y experiencias adquiridas en estos centros, me he interesado siempre vivamente por la suerte de las clases populares en mi país, á las que creo dotadas del instinto, de la grandeza de la patria, y en las que, con intensa fé abrigo esperanzas de grandes hechos por venir; y debo confesar, con honrada franqueza, que, en el mayor número de las rebeldías obreras, la razón y la justicia ha estado siempre de su parte.

La Asistencia Pública en el Perú está organizada en los departamentos y provincias de conformidad con un plán uniforme, dependiendo el número y extensión de sus ramificaciones de la densidad de la población y de los recursos con que cuenta cada circunscripción territorial, siendo tendencia general de los servicios de asistencia, estimarla como una rama de la Administración, que toma de las rentas del estado los fondos necesarios para su sostenimiento. Los principios de solidaridad social, que deben inspirar las funciones públicas de la administración del Estado y más aún,los ideales socialistas discreta y oportunamente aplicados á la protección y mejoramiento de las clases particulares, dan especial importancia y han han requerido la pronta organización de este servicio en el Perú, en que la falta de distribución científica del trabajo, los escasos conocimientos de economía doméstica y de hábitos de higiene, han sido causas muy eficaces, que contribuyeron á producir en Lima y en todo el país una crecida mortalidad, al mismo tiempo que ocasionaron en la población, y especialmente en la clase obrera, considerable proporción de enfermos, de desvalidos y de necesitados.

La crecida mortalidad infantil ha requerido preferente atención no solo para los niños enfermos, para los cuales se han creado hospitales especiales sino también de los normales, abandonados, que la suerte parece predestinar, para engrosar más tarde las filas de la delincuencia. La «Casa de la Infancia» se ha creado con el ob

jeto de proteger á los niños desvalidos, sin padres ni hogar en que puedan formar sentimientos honestos, á los que pasan el tiempo vagando, á los que viven de la mendicidad ó de la rapiña, y que entregados á todo genero de peligros, perecen en gran número prematuramente; y podemos decir que los que tienen este triste fin son los más afortunados, por que los que sobreviven se convierten, por lo general, en delincuentes precoces, factores de inmoralidad y de desórden. He visto con frecuencia á gente de valimento conmoverse sinceramente al escuchar los relatos del cruel destino que está deparado á gran número de niños abandonados de la India y de la China, protegidos hoy, en buena parte, por las misiones católicas que la pie dad del orbe entero contribuye á sostener; la impresión más dolorosa recibirían estas personas íntimamente buenas, si vieran la multitud de criaturas abandonadas, entregadas á la vagancia y al vicio en los suburbios de las ciudades, en las pocilgas, en las casas chinas de tolerancia. Bien se ha dicho que los países tienen los criminales que se merecen, por que no han sabido dictar las medidas, necesarias para corregir las causas que los producen. El Gobierno al crear este Asilo, ha tenido en mira ejercer la profilaxia física y moral de la infancia, convencido de que uno de los medios más eficaces que puede poner en práctica para corregir la delincuencia y los vicios que corroen á la sociedad, es actuar sobre los niños sustrayéndoles del medio peligroso y fortaleciendo en ellos los sentimientos y hábitos de higiene moral y física, que les permita seguir la buena senda de la vida. Nos asiste el convencimiento de que la infancia desgraciada es el prólogo de la adolescencia criminal, y por esta razón, para salvar y asistir á la primera hemos dedicado preferente atención á la Casa de la Infancia que, ante todo, es una gran clínica para el cultivo de los niños desvalidos.

Fué el Perú, en los tiempos vireynales y en las primeras épocas de la República, uno de los países más sanos. Su escasa población estaba esparcida en sus fértiles valles 6 reunida en ciudades de área desmesuradamente extensa en relación con su reducido número de habitantes;la enorme riqueza pública se infiltraba por todos los resquicios del organismo social, facilitando las funciones de asistencia en todos sus aspectos y reduciéndo al menor número á los desvalidos, los indigentes y los enfermos. Las costumbres de las masas populares eran entónces alegres y sencillas; quizás menos instruídas y menos iniciadas que en los tiempos que corren, pero también más ingenuas, y vivían felices con los beneficios que les prodigaban sus hidalgos patrones, que fueron los nobilísimos señores de la floreciente colonia del Perú. Esta existencia, vivida en medio más amplio, con costumbres más sencillas, con las mayores facilidades para subsistir, nos explica la menor mortalidad de aquellos tiempos, su crecida natalidad que alcanzó á cerca de 44 nacimientos por cada 1000 habitantes, y la delincuencia y el alienismo reducidos á su proporción mínima y de carácter leve, de que habla la preterita literatura científica del país. Pero sobrevino el periodo de las guerras, que si bien es cierto dejó la herencia bonancible de un intenso vigor moral, en cambio diezmó á los hombres más fuertes, á los que van siempre á la vanguardia de las luchas, á los capaces de producir

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en el armónico conjunto de las actividades todas, á los que dejan generaciones más fuertes; y diezmó también la riqueza pública, produciéndose una dolorosa crísis en su población y en su bienestar de la que dan clara idea la demografía y la historia financiera del Perú. Dominó entonces el concepto utilitario de la vida, el concepto que supone equivocadamente como esfuerzo útil el que produce más inmediatos beneficios, y lo que fue solidaridad para la vida, trocóse en lucha por la existencia; las antiguas y amplias casas solariegas se cambiaron en la estrecha cuartería de ahora, para aprovechar en su máximo el terreno; los alimentos sanos y abundantes se sofistificaron y encarecieron;el trabajo más largo,más rudo y menos bien remunerado y fué necesario limitar voluntariamente la natalidad en relación con los recursos de que se disponía para sostener á la prole; desarrollóse la prostitución,las amarguras buscaron su alivio en el alcohol, y, consecuencia fatal, la delincuencia y la insanía ofrecieron desgarradores aspectos; la sobre-población y los defectuosos servicios higiénicos acentuaron la virulencia de los gérmenes patógenos y facilitaron el contagio de las enfermedades transmisibles, especialmente de la tuberculosis y, en algunas ocasiones,de la fiebre amarilla, que han hecho estragos verdaderamente pavorosos; y aunque la natalidad nunca disminuyó lo bastante para dejar de ser siempre muy elevada, la mortalidad opuso cifra igual sino mayor, interrumpiendo así el progreso de la población vegetativa del país.

Pero estos males sociales hallaron felizmente eficaz remedio en la higiene social. Llegó un momento en que en la opinión pública se cristalizó el concepto de que si la vida colectiva había de tener por objeto facilitar la existencia del individuo, deber imperioso del Estado era contribuir á garantizar, hasta donde las fuerzas humanas pudieran permitirlo, el sagrado interés de la propiedad, de la vida y de la integridad personal. Tal fué el ideal que debía marcar rumbos á la Dirección de Salubridad Pública, creada en noviembre de 1903, y tal fué también el origen de la autoridad puesta en sus manos para acercarse á la realización de este ideal.

La aparición de esta nueva rama de la Administración Pública había tenido sus precursores en sabios maestros y entusiastas propagandistas nacionales, que habían seguido con el mayor empeño la evolución maravillosa de la higiene á medida que el perfeccionamiento de los medios científicos de investigación permitieron crear las nuevas teorías, apoyadas en audaces hipótesis admirablemente bien comprobadas por la observación y la experimentación y tan fecundas en bellísimas conclusiones á que la salubridad dá práctica aplicación para propender al perfeccionamiento de la vida individual y colectiva.

La Facultad de Medicina de Lima, siempre docta y tradicionalmente ilustre, no solo había formado profesionales expertos en el ejercicio de la medicina, sino que les había inculcado la elevada función social que corresponde al médico sabio y honesto, siendo el prudente consejero de la vida intima del hogar y el infatigable propagador de las aplicaciones de la higiene, en sus diversos aspectos, á los usos y costumbres de la vida. Dotado de un espíritu altamente universitario jamás limitó sus enseñanzas á los conocimientos útiles de

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aplicación inmediata, sino que presintiendo la multiplicación rapidísima en los descubrimientos de detalle, comprendió que la mejor manera de abarcarlos todos, sin perder la visión del conjunto era dar índole filosófica á su educación, la que remontándose á las generalizaciones fecundas, suministran al profesional la amplitud científica necesaria para la solución de cualquiera problema, de los muchos y variados que se presentan en cada situación de la vida. Es así como podemos comprender por que nuestros maestros, que se iniciaron en épocas en que las doctrinas fundamentales de la ciencia médica y aún el detalle en la practica profesional eran distintos y en veces divergentes á los que reinan en los tiempos contemporáneos, pudieran seguir las vertiginosas transformaciones de la ciencia de los últimos cincuenta años, y los hemos visto alcanzar la recompensa de un bien merecido descanso, en plena posesión de las nuevas ideas, perfectamente asimiladas en sus fecundas mentalidades y enriquecidas por larga y serena experiencia.

Es así como se presentan siempre grandes las personalidades científicas de HIPOLITO UNANUE fundador de de la Facultad de Medicina de Lima; de MANUEL ODRIOZOLA, que fué Decano de ella, á cuyo patriotismo y celo se debe que no se interrumpiera la consecución de los estudios médicos en el país, durante época de amarga recordación; de CASIMIRO ULLOA, mentalidad inagotable; la de LEONARDO VILLAR Y CELSO BAMBAREN, los maestros ejemplares; la de LINO ALARCO, el genial maestro y cirujano, que grababa los conocimientos, por arte incomparable, en la memoria de sus oyentes y autor de varios métodos quirúrgicos que sobrepasaron los límites de la patria y de América y fueron á aclimatarse en las clínicas europeas en las que se les aplica hasta hoy; de MANUEL A. MUÑIZ, autor, premiado del proyecto del Asilo Nacional de Insanos y el primero que nos hablara de la necesidad y conveniencia de cambiar el régimen carcelario en la asistencia de los alienados por el de colonias agrícolas, régimen más eficaz en sus resultados, más humano y productivo que los antiguos sistemas; y sería largo enumerar á los que como JuLIO BECERRA, D. JUAN CANCIO CASTILLO y otros más han contribuído á acentuar el prestigio de la Facultad de Medicina. Debemos recordar también al grupo de sabios naturalistas y expertos químicos, como Antonio REYMONDI, JOSE ANSELMO DE LOS RIOS, JOSE SEBASTIAN BARRANCA que con sus originales estudios acerca de la flora fauna y reino mineral peruanos, han contribuído enormemente al progreso de la higiene en el país, dejando un grupo de discípulos, que han continuado su obra y entre los que debemos recordar al Dr. MiGUEL F. COLUNGA, profesor de Historia Natural de la Facultad de Medicina, al Dr. MANUEL A. VELASQUEZ, profesor de Química en la Facultad,al Dr. CARLOS ALBERTO GARCIA, Director del Instituto de Higiene y otros más.

No es posible olvidar que todos estos maestros y otros muchos que los acompañaban en las nobles funciones del profesorado, contribuyeron á formar el espíritu científico en nuestros hombres de estudio, y por un fenómeno de sugestión, que expontaneamente se produce en la juventud, elevaron hácia ellos á sus discípulos, despertándoles, á la vez, sentimientos de consideración y de res

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